SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA
6. ONCE
PETICIONES DESOÍDAS
Yo le había pedido a Dios poder para ser amado... y me he encontrado con el amor para no
necesitar ser poderoso.
Yo le había pedido a Dios la salud para hacer
grandes cosas... y me he encontrado con
la enfermedad para hacerme grande.
Yo le había pedido la riqueza para ser feliz...
y me he encontrado con la
felicidad para poder vivir la pobreza.
Yo le había pedido a Dios leyes para dominar a los
otros... y me he encontrado con la
libertad para liberarlos.
Yo le había pedido a Dios admiradores para estar
rodeado de gente... y me he encontrado
amigos para no estar solo.
Yo le había pedido a Dios ideas para convencer... y me he encontrado espacio para convivir.
Yo le había pedido dinero para comprar cosas...
y me he encontrado personas
para compartir mi dinero.
Yo le había pedido milagros para creer...
y él me ha dado fe para hacer
milagros.
Yo le había pedido una religión para ganarme el
cielo... y él sólo me ha dado su Hijo
para acompañarme por la tierra.
Yo le había pedido todo para gozar en la vida...
y él me ha dado la vida para que goce de todo.
Yo le había pedido ser un dios...
y él sólo pudo hacerme un hombre.
7.-
Pastor de silbos amorosos
Pastor,
que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño;
Tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos.
me despertaste del profundo sueño;
Tú, que hiciste cayado de ese leño
en que tiendes los brazos poderosos.
Vuelve
los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguirte empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye,
Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres,
espera, pues, y escucha mis cuidados.
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres,
espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero,
¿cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados?.
si estás, para esperar, los pies clavados?.
Amén.
8.-
Oración de Perdón
Somos hombres, Señor, perdónanos:
por no saber decirte nada,
por ser avaros de nuestro tiempo
y no tenerlo para encontrarnos contigo.
por no saber decirte nada,
por ser avaros de nuestro tiempo
y no tenerlo para encontrarnos contigo.
Somos hombres, Señor, perdónanos:
por esconder la claridad del Evangelio,
por nuestras cobardías
y nuestros compromisos con el pecado.
por esconder la claridad del Evangelio,
por nuestras cobardías
y nuestros compromisos con el pecado.
Perdónanos, Señor, por nuestras faltas
de amor,
nuestros arrebatos, nuestros prejuicios,
nuestra indiferencia, y todo lo que mata el amor.
nuestros arrebatos, nuestros prejuicios,
nuestra indiferencia, y todo lo que mata el amor.
Perdónanos, Señor,
por no saber perdonar,
por no saber reconciliarnos
con nosotros mismos,
y, menos aún, con los otros.
por no saber perdonar,
por no saber reconciliarnos
con nosotros mismos,
y, menos aún, con los otros.
¿Cuándo será que sabremos amar como Tú
amas?
¿Cuándo será que sabremos amar al otro
por él y por Ti?
Perdona la fealdad de nuestra mirada.
Somos hombres, Señor, perdónanos
¿Cuándo será que sabremos amar al otro
por él y por Ti?
Perdona la fealdad de nuestra mirada.
Somos hombres, Señor, perdónanos
9.-
Debilidad
Dios, Padre nuestro, quiero volver a
Ti
y tomar en serio la ternura de tu corazón. Pero me canso y caigo,
intento hacer de Ti un Dios a mi medida,
que no me mire muy de cerca. Señor, hazme reconocer a tu Hijo
creer en Él, porque me amó hasta el extremo
de dar su vida por mi.
y tomar en serio la ternura de tu corazón. Pero me canso y caigo,
intento hacer de Ti un Dios a mi medida,
que no me mire muy de cerca. Señor, hazme reconocer a tu Hijo
creer en Él, porque me amó hasta el extremo
de dar su vida por mi.
10.- ORACIÓN
Nuestros
desiertos
Cuando
amamos, nos gusta estar juntos,
y
cuando estamos juntos, nos gusta hablar.
Cuando
amamos resulta molesto tener siempre mucha gente alrededor.
Cuando
amamos, nos gusta escuchar al otro, solo,
sin
otras voces que nos estorben.
Por
eso los que aman a Dios han amado siempre el desierto;
Y
por eso, a los que le aman, Dios no puede negárselo.
Y
estoy seguro, Dios mío, de que me amas
y
de que en esta vida tan saturada,
atrapado
por todos los lados por la familia,
los
amigos y todos los demás,
no
puede faltarme ese desierto en el que se te encuentra.
Nunca
vamos al desierto sin atravesar muchas cosas,
sin
estar fatigados por un largo camino,
sin
apartar la mirada de su horizonte de siempre.
Los
desiertos se ganan, no se regalan.
Los
desiertos de nuestra vida
no se los
arrancamos al secreto de nuestras horas humanas
más
que violentando nuestras costumbres, nuestras perezas.
No
se trata de aprender a perder el tiempo.
Hay
que aprender a estar solo
cada
vez que la vida nos reserva una pausa.
Y la vida está llena de pausas que
podemos descubrir o malgastar.
Pues así estamos hechos,
y no podemos preferirte sin un pequeño
combate:
Haz, Señor, que entre en el desierto
pese a todas mis debilidades.
Acompáñame y permanece siempre
conmigo.
Amén